No sólo es una guerra comercial, los conflictos entre Estados Unidos y China son también una batalla política entre las dos mayores potencias del planeta. La intensificación de sus diferencias provoca incertidumbre en la economía global.
Medidas continuas de represalia
Foto de ilustración (Fuente: taichinh.vn) |
En apenas un día, el mundo atestigua medidas más drásticas de Beijing contra Washington desde el comienzo de sus discrepancias comerciales para responder a los aranceles estadounidenses del 10% impuestos a las exportaciones chinas valoradas en 300 mil millones de dólares a partir del 1 de septiembre de 2019. Por primera vez en los últimos 10 años, China devaluó su moneda 2% hasta situarla en 7 yuanes por dólar, lo que incrementa las ventajas comparativas de las mercancías nacionales para recompensar las pérdidas de sus empresas a causa del aumento de impuestos por parte de la administración de Donald Trump contra los productos chinos.
Además, las compañías del gigante asiático, consideradas como clientes principales del sector agrario de Estados Unidos, decidieron congelar la importación de productos agrícolas norteamericanos.
Washington acusó a Beijing de manipulación monetaria y afirmó colaborar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para prevenir esa acción calificada de “competencia injusta”. El Departamento del Tesoro de Estados Unidos tachó las medidas adoptadas por China de violatorias de los compromisos del Grupo de los 20 países industrializados y emergentes (G20) sobre la devaluación de la moneda. La respuesta de la Casa Blanca es categórica, pues los anteriores presidentes de ese país no lo hicieron para evitar una escalada de tensiones con el gigante asiático.
Efectos negativos a economías globales
El actual escenario perjudica las economías de ambas potencias y del resto del planeta. El 5 de agosto fue la peor jornada de las bolsas de Estados Unidos en 2019. La mayoría de las acciones puestas en venta se encontraron en los ámbitos de tecnología, producción industrial y de bienes de consumo, los cuales sufren las mayores pérdidas en la guerra comercial. Mientras, la reducción del valor del yuan chino presiona a la Reserva Federal de Estados Unidos en cuanto a otros recortes de la tasa de interés.
La devaluación de la moneda nacional afecta también a Beijing en un contexto en que numerosas empresas chinas de propiedad inmobiliaria e industria pesada pidieron préstamos en dólar, especialmente las petroleras.
Entretanto, el mercado global vivió un retroceso con la caía de las bolsas en Asia y Europa. Los 7 yuanes por dólar marcan un nivel de alerta para muchas economías del mundo, pues si se pasa este umbral, afectará psicológicamente a los inversores. Mientras, los países de Asia Oriental y del Sudeste Asiático deben competir con China reduciendo el valor de su propia moneda, lo que aumentará la inflación y aminorará el poder adquisitivo, además de la fuga de remesas a través de las fronteras y la aplicación de nuevas tarifas arancelarias y medidas proteccionistas.
Un informe de la organización Grant Thornton publicado el 5 de agosto evalúa que las diferencias entre Estados Unidos y China contribuirán en gran medida al cambio permanente del modelo comercial regional. Particularmente, las empresas deben planificar de nuevo su estrategia de crecimiento en medio de la interrupción del comercio a largo plazo, especialmente en materia de cadenas de suministros y renovación tecnológica.
Los conflictos comerciales entre Washington y Beijing tienen un incierto desenlace, pero lo ya seguro es que esta guerra continuará afectando la región y provocando la inestabilidad económica global, junto con el debilitamiento de la confianza en la perspectiva de la zona de Asia y el Pacífico.