El jefe de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI), general Amir Ali Hajizadeh negó el 22 de julio el derribo de un dron de ese país, como señaló una declaración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El mismo día Teherán confirmó haber desmantelado una red vinculada a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y arrestado a 17 personas, algunas de las cuales serán condenadas a pena de muerte. Con anterioridad, la nación persa detuvo en el estrecho de Ormuz a un buque petrolero del Reino Unido al que acusa de infringir las normas marítimas.
Washington insiste en maximizar presión sobre Irán
El portaaviones USS Abraham Lincoln de Estados Unidos desplegado en el Oriente Medio (Foto: Daily Express) |
Irán afirmó que el barco británico apagó intencionalmente el sistema de navegación por satélite e ignoró numerosas alertas de Teherán antes de su detención. Sin embargo, la empresa sueca Setna Bulk, encargada de administrar la embarcación, sostuvo que esta cumplía las leyes internacionales. Londres emitió declaraciones contundentes advirtiendo a Teherán sobre las consecuencias que sufrirá si no libera el buque, pero descartó la posibilidad de usar la fuerza y confió cualquier gestión a la vía diplomática.
A diferencia de sus reacciones habituales, Estados Unidos no ha adoptado ninguna medida en respuesta al incidente en perjuicio de su aliado. Donald Trump no hizo más que criticar a Irán y afirmar que debatirá con el Reino Unido sobre el tema. Analistas calificaron de “intencional” la acción de Washington para evitar conflictos bélicos con Teherán ante la cercanía de las elecciones presidenciales norteamericanas en 2020. Pero ello no quita que quiera extremar la presión sobre el país persa mediante el boicot a sus exportaciones petroleras, consideradas clave para la economía iraní. En la actualidad, Teherán enfrenta dificultades a causa de las sanciones estadounidenses, las cuales afectan también las inversiones europeas en Irán, aunque algunos países del Viejo Continente son firmantes del acuerdo nuclear con la nación persa. De esta manera, Washington continúa instando a la Unión Europea a incrementar las medidas punitivas contra Irán para hacer regresarlo a la mesa de negociación.
Juego de la cuerda al borde de guerra
El petrolero británico Stena Impero (Foto: Stena Bulk /CNBC) |
Después de la Revolución Islamista en Irán en 1979, la nación entró en una fase de permanente enemistad con Estados Unidos. Las relaciones mejoraron bajo la administración del presidente Barack Obama con la firma del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) en 2015, según el cual Teherán limitó su programa nuclear para beneficiarse del alivio de las sanciones. Sin embargo, el viento cambió bruscamente de dirección cuando Donald Trump asumió la presidencia, pues Estados Unidos abandonó el PAIC y reflotó las medidas punitivas contra Irán.
La atmósfera entre ambas naciones se ha enturbiado en los últimos dos meses, pero sin que estas consideren seriamente la opción militar. Después del derribo del avión no tripulado estadounidense en el estrecho de Ormuz en junio, Donald Trump canceló la decisión de responder con bombardeos y aumentó las sanciones contra Irán. Mientras, Teherán se desligó de algunos importantes artículos del PAIC, entre ellos el referido a los límites del nivel de enriquecimiento de uranio.
El último incidente dejó las cosas más o menos igual. Pese a las amenazas contra la nación persa, Donald Trump pidió al senador republicano Rand Paul reunirse en Nueva York con el canciller iraní, Mohammad Javad Zarif, para buscar una solución a la crisis en el golfo Pérsico. Irán tomó una acción recíproca al admitir la libertad de tránsito en dicha zona marítima, pero advirtiendo que respondería a cualquier ataque armado. Asimismo, dejó abierta la posibilidad de no exigir la adición de nuevos artículos al PAIC si las medidas punitivas son levantadas. Afortunadamente la guerra entre Washington y Teherán no ha estallado, pero las fricciones tienen un límite. Analistas evaluaron que el juego de la cuerda para probar la resistencia del rival tiene efectos contraproducentes y comporta altos riesgos de guerra. Cualquier decisión o acción errónea podría hacer estallar el polvorín del Oriente Medio y desencadenar consecuencias muy graves que sobrepasan esa zona.