El pacto se cerró tras un encuentro entre ambos líderes en Turnberry, Escocia, con el objetivo de resolver el conflicto arancelario entre Washington y Bruselas.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tras anunciar el acuerdo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea, en Turnberry, Escocia el 27 de julio de 2025. (Foto: REUTERS/Evelyn Hockstein) |
Fin de la incertidumbre
Según lo acordado, Estados Unidos aplicará un arancel general del 15 % a la mayoría de las exportaciones europeas, una tasa similar a la que impone a Japón y notablemente inferior al 30 % que amenazaba con entrar en vigor el 1 de agosto. En sectores principales como la aviación, los productos químicos y ciertas materias primas estratégicas, los detalles se definirán en futuras rondas técnicas.
A cambio, la Unión Europea (UE) mantendrá un arancel del 0 % sobre los productos de dicha nación norteamericana, se compromete a adquirir gas natural licuado por un valor de 750.000 millones de dólares y contempla inversiones por 600.000 millones en suelo estadounidense durante los próximos años.
La firma del acuerdo antes del plazo límite evitó una escalada comercial y calmó los mercados. Trump lo calificó como “el mayor acuerdo en la historia del comercio” y afirmó que “beneficia a todos”. Von der Leyen, por su parte, destacó la magnitud del vínculo bilateral: “La recuperación de la mayor relación comercial del mundo, con un volumen anual de casi 1,9 billones de dólares, fortalece la alianza estratégica en lo económico, político y en materia de seguridad”.
“Este acuerdo aporta estabilidad a los ciudadanos y empresas a ambos lados del Atlántico. Logrado apenas unas semanas después de la Cumbre de la OTAN, representa un segundo pilar que reafirma la asociación transatlántica”, dijo.
La noticia fue recibida con optimismo en los mercados internacionales, aunque los inversores europeos se mostraron más prudentes. La UE no logró su objetivo inicial de eliminar completamente los aranceles estadounidenses, y el compromiso de realizar compras e inversiones de gran escala ha generado inquietud.
El economista jefe del banco ING, Carsten Brzeski, advirtió: “El arancel del 15 % puede parecer razonable frente a las amenazas previas del 25 % o 30 %, pero sigue siendo una carga considerable respecto a los niveles de principios de año. El impacto económico será más severo para Europa que el posible coste inflacionario para Estados Unidos”.
Un punto de partida, no de llegada
Los líderes europeos han acogido el acuerdo con cautela. La mayoría lo califica como “el mal menor”, más que como un avance real. El canciller alemán, Friedrich Merz, afirmó que el resultado es “insatisfactorio” para una economía tan dependiente de las exportaciones como la alemana. Sin embargo, reconoció que dadas las circunstancias económicas y la débil posición negociadora de la UE, no cabía esperar mucho más. Italia, Países Bajos e Irlanda comparten esta visión, mientras que países de Europa Central y del Este valoran el acuerdo como una forma de evitar una confrontación más grave con Washington.
El ministro francés de Industria, Marc Ferracci, afirmó que este entendimiento no debe verse como un cierre, sino como el inicio de una nueva fase de negociación. En su opinión, es prioritario ampliar las exenciones arancelarias para productos europeos y equilibrar el pacto.
A su vez, Cinzia Alcidi, investigadora principal del CEPS, agregó: “Por ahora solo contamos con un acuerdo político. El siguiente paso debe ser la firma de un tratado comercial formal, y en ese proceso la experiencia técnica de Europa será primordial”.
Algunos analistas alertan de la falta de concreción en puntos esenciales. Uno de los más controvertidos es el compromiso europeo de invertir 600.000 millones de dólares en Estados Unidos, pese a que la Comisión Europea carece de facultades para imponer decisiones de inversión a los Estados miembros o al sector privado. Así, el cumplimiento de este compromiso aún plantea importantes interrogantes.