Médicos que trabajan en el aeropuerto internacional de Noi Bai (en Hanoi) encargados de sacar muestras para hacer las pruebas de coronavirus. (Foto: tuoitre.vn) |
El Covid-19 llegó a Hanói como algo inevitable. Pero, tal como en el pasado los pies de los caballos de los invasores debían doblegarse en Thang Long-Dong Do (antiguos nombres de la capital vietnamita), y la voluntad de los enemigos fue quebrada bajo su cielo, los habitantes de esta ciudad confían en otro triunfo. Será algo irrevocable, puesto que tras incontables amenazas y peligros, Hanói sigue irguiéndose y saliendo victoriosa. Estamos orgullosos de vivir y sumarnos a su nueva batalla en estos momentos difíciles.
Etapa ardua y rara
El tiempo que vivimos no solo es arduo, sino también muy raro. Es porque el mundo debe ir más lento mientras hacía poco andaba a un ritmo vertiginoso de la globalización y la Cuarta Revolución Industrial. Los humanos creíamos poder conquistar todo, pero de repente nos volvemos pequeños y débiles. En el caso de Vietnam, retrocede un paso mientras estaba avanzando hacia la prosperidad, y cada uno de sus habitantes enfrenta la impermanencia de la vida.
Por otro lado, este país ha hecho lo que muchos otros más desarrollados y ricos no pueden lograr. El nombre de Vietnam brilla como una esperanza. Es la que la humanidad pone en una fortaleza sólida ante un enemigo común y también la de los vietnamitas en ultramar que buscan retornar a su país natal, que los recibe con los brazos abiertos. Y no podemos omitir la esperanza de los extranjeros residentes aquí que consideran a Vietnam como su segunda Patria.
Es extraño que los vietnamitas, después del pánico inicial, tan instintivo e inevitable, se retornen rápidamente en sí con las cualidades de una nación valiente que se afilaron durante miles de años de ser obligada a protegerse de las tremendas amenazas. Eso se debió al llamamiento de los máximos líderes, quienes, impregnados en la tradición humanista de sus antepasados y los principios de los comunistas, determinaron desde los primeros tiempos del brote del coronavirus anteponer la salud y la vida de su pueblo ante cualquier otra cosa para que nadie se quede atrás. El pánico desconcertado, las distorsiones fabricadas, las comparaciones desiguales y los rumores infundados, de repente devienen triviales ante la amabilidad, la bondad y las cosas positivas que se experimentan en esta tierra.
¿Acaso no están conmovidos al presenciar los rostros con más arrugas y cansancio de los dirigentes tras cada noche, que dan orientaciones tajantes pero con mucho cariño, repitiendo siempre “los ciudadanos primero”?. ¿Quién puede contener las lágrimas al ver a la reconocida Madre Heroíca Ngo Thi Quyt, de 95 años de edad, confeccionando mascarillas de tela para obsequiarlas a los necesitados? ¿Quién no se siente emocionado y confiado en el futuro del país al saber que niños donaron todo su dinero ahorrado para aportar a la causa común?
Es más, numerosos profesionales de la salud retirados solicitan ir al frente de la batalla antiepidémica, y muchos estudiantes se ofrecen para estar en primera línea como voluntarios.
Esta temporada es realmente ardua, pero a la vez tiene mucho sentido. Da a la humanidad una oportunidad para reflexionar sobre cómo tratamos a la madre naturaleza y a los prójimos. Pone a prueba la resiliencia y la capacidad de cada país en su respuesta a las eventualidades, así como evidencia la esencia de su sistema político y la coherencia de su sociedad. Brinda un chance a las personas para pensar en la vida, la razón de ser y el estilo de vida. A los vietnamitas en particular, nos recuerda una hermosa tradición legada desde tiempos muy remotos: la unidad, que es la clave para vencer a los enemigos por cuán poderosos sean, pero también la solidaridad y el espíritu de “amar al prójimo como a uno mismo”, para que seamos capaces de ofrecer apoyo a los que no tienen el mismo origen que nosotros.
Amor y confianza en Hanói y Vietnam
La pandemia del Covid-19 es como una alarma para la humanidad, y también otra prueba que la historia pone a esta audaz nación ribereña del mar del Este.
Para responder a este desafío, Hanói y Vietnam en general necesitan los soldados más valientes y leales a la tradición y la firmeza de sus antepasados en los tiempos de sangre y flores, para continuar escribiendo páginas gloriosas de la historia nacional. Más que nunca, debemos unirnos y ser disciplinados para crear un bloque sólido y resistente a cualquier circunstancia, ya que un reto se va pero otro viene y siempre nos acechan en nuestro camino hacia la victoria. Cada familia, colectivo y empresa debe buscar mejorar su salud, mentalidad y conocimiento, y convertirse en combatientes experimentados y audaces a fin de avanzar hacia la transformación digital. Debemos entregarnos a la preparación para el retorno de Hanói a la normalidad y la recuperación de su economía. También será muy importante relocalizar nuestro país y posicionarlo en un mundo postepidémico lleno de inestabilidades y desafíos.
Esta lucha podrá prolongarse y enfrentaremos más dificultades, mientras son limitados los recursos nacionales y las fuerzas humanas. Puede que la humanidad y cada uno de nosotros debamos familiarizarnos a un “nuevo estado de normalidad”. Después de todo, volveremos al curso normal de nuestra vida y quizás olvidemos estos tiempos. No obstante, como dice una canción, Hanói-Vietnam “escucha las risas no olvida las aflicciones”. Estos momentos serán del pasado, pero el país indochino pasará por esta batalla con el crecimiento de cada uno de sus ciudadanos tras penalidades.
Vietnam aún enfrenta muchas dificultades, y sus sistemas político y económico aún necesitan perfeccionarse. Sin embargo, lo que podemos asegurar con orgullo, es que esta nación siempre trabaja por las personas. Sobre tal fundamento humanista, logrará más victorias gloriosas para ganarse más confianza, amor y esperanza de sus ciudadanos. ¡Para el presente y el futuro!