Una imagen satelital demuestra la diferencia de una región cercana a la frontera Irak-Siria antes y después del ataque aéreo estadounidense, el 25 de febrero. (Foto: Maxar)
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Según fuentes internacionales, el ejército estadounidense desplegó el bombardeo la madrugada del 26 de febrero. El ataque aéreo, autorizado por el presidente estadounidense, Joe Biden, dejó un saldo de al menos 17 víctimas mortales. Las fuerzas norteamericanas lanzaron la ofensiva contra una posición perteneciente a milicias respaldadas por Irán, como respuesta a los recientes ataques contra el personal estadounidense y la coalición en Irak, según informó el Departamento de Defensa. Se trata del bombardeo más letal que el ejército estadounidense ha perpetrado en el territorio sirio en meses y, al mismo tiempo, marca el retorno de la injerencia estadounidense al país árabe. La comunidad internacional ha mostrado reacciones.
Protestas
En un comunicado del que se ha hecho eco la agencia oficial de noticias siria, SANA, el Ministerio de Exteriores sirio manifiesta su condena al ataque, considerándolo como un “indicio negativo” de las políticas de la nueva Administración estadounidense, encabezada por Joe Biden. En una carta enviada el 27 de febrero al Consejo de Seguridad de la ONU, la Cancillería del país árabe señala que Washington “contradice el Derecho Internacional y la Carta de Naciones Unidas” y apela a este organismo a adoptar medidas para prevenir otras agresiones estadounidenses en Siria.
El mismo día, en una llamada telefónica con su homólogo sirio, Faisal Mekdad, el canciller iraní, Mohammad Javad Zarif, expresó su solidaridad con el gobierno sirio e instó a los países occidentales a cumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad sobre Siria.
Rusia y China también criticaron el bombardeo de Estados Unidos, catalogándolo de “violación del derecho internacional”, y exhortaron a las partes involucradas a respetar la soberanía, la independencia y la integridad territorial de Siria, así como a abstenerse de acciones que compliquen la situación en esa nación. La agencia de noticias rusa Sputnik citó fuentes del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, anunciando que el ataque perpetrado en el territorio de un estado soberano y un país miembro de las Naciones Unidas, es una violación de la ley internacional y un acto inaceptable.
Incluso en Estados Unidos, emergieron los desacuerdos contra la administración de Biden. Algunos demócratas dijeron que el Congreso no había aprobado la orden del presidente para proceder al uso de la fuerza en Siria. El congresista del estado de California, Ro Khanna, opinó al respecto: “No hay ninguna justificación para que un presidente autorice un ataque militar que no sea en defensa propia, no represente una amenaza inminente, ni haya sido autorizado previamente por el Congreso”.
Entretanto, muchos usuarios de las redes sociales en Estados Unidos compartieron el mensaje publicado a principios de julio de 2017 por la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, en que criticaba la ratificación por parte del presidente Donald Trump de ofensivas aéreas contra Siria.
Preocupaciones
El Departamento de Defensa de Estados Unidos anunció la noche del 26 de febrero que el último bombardeo aéreo pretendía responder a los recientes ataques contra las fuerzas estadounidenses y sus aliados en Irak. Al mismo tiempo, destacó que se había actuado de forma deliberada con el objetivo de desescalar la situación, tanto en el este de Siria como en Irak.
Sin embargo, cualquiera que sea la intención que yace detrás del bombardeo, este hecho se enfrenta a protestas nacionales e internacionales. Analistas han considerado que la reacción interna de Estados Unidos refleja las preocupaciones ante los riesgos que su país puede enfrentar a causa del ataque aéreo. En consecuencia, esta acción puede ser un indicio o una señal de que Washington volverá a intervenir en la crisis de Siria, que muestra desarrollos complicados. También puede ser un vestigio de unas fuerzas estadounidenses “atrapadas” en una situación sin salida.
Además, esta escalada militar conlleva el riesgo de aumentar las hostilidades de las fuerzas pro-iraníes contra Estados Unidos y sus aliados. Esto amenazaría los intereses y esfuerzos del gobierno norteamericano por la paz en la región, en especial en relación con el proceso de paz palestino-israelí y el problema nuclear de Irán.