(VOVworld) - La región del Delta del río Rojo, considerada cuna de la civilización de arroz anegado de Vietnam, preserva la naturaleza pura de la cultura vietnamita. También es allí donde el budismo se introdujo por primera vez en la nación indochina. Los vietnamitas lo consideran una religión sagrada y familiar, por ello a lo largo de su historia, en todo el país se han construido pagodas.
La pagoda Keo, en la provincia de Thai Binh
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En el proceso del establecimiento de poblados y comunas a partir de la introducción del budismo en Vietnam, en el siglo III a.n.e, además de los símbolos de carácter institucional como el baniano y el portón, la mayoría siempre han contado con pagodas, una de las obras características de las zonas rurales en el Norte que al mismo tiempo refleja las aspiraciones del pueblo. A esos santuarios se acude en búsqueda de tranquilidad y la pureza del alma. Donde quiera que se vaya, en la mente de los aldeanos siempre estará la imagen de una de esas instalaciones.
En el subconsciente de los vietnamitas, los templos budistas también revelan la filosofía humana y el espíritu de tolerancia y armonía en su vida religiosa. Esas instituciones satisfacen las demandas de la vida rural y erradican la brecha de desigualdad en las actividades comunitarias en las aldeas. Si en el pasado las casas comunales fueron lugares para que los hombres discutieran temas importantes en los que las mujeres no tenían derecho a participar, las pagodas aceptaron la presencia de las féminas.
La pagoda también llamada Keo, en la aldea de Hanh Thien, provincia de Nam Dinh
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Suelen construirse en lugares tranquilos como en el centro o en cualquier rincón de la aldea. Estén donde estén, siempre son destinos familiares y mágicos en la vida religiosa de los aldeanos. En ese sentido, junto con las casas comunales, los templos son un símbolo de la cultura local y del origen de la vietnamita.
El dignatario Thich Tien Dat, de la pagoda de Cu Da, en las afueras de Hanoi, explicó: “El budismo en Vietnam surgió de la vida del pueblo, por esa razón, donde exista población, hay pagodas, que se han convertido en una institución cultural indispensable. Un poeta dijo que esos templos protegen el alma nacional y el estilo de vida de los vietnamitas, también son lugares de actividades religiosas y en los cuales expresan sus esperanzas. Es decir, las pagodas son un apoyo espiritual y religioso del pueblo”.
La pagoda Thay, en la capital Hanoi
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En cada ocasión del Año Nuevo Lunar, esos son sitios donde los aldeanos piden paz y prosperidad para sus familias. Esa tradición ha sido un rasgo cultural en la vida espiritual en las aldeas.
Muchos no sólo rinden tributo al Buda, sino que también veneran a las Diosas Madres y los santos, por ello, los festivales de pagodas son una fusión de las religiones de los vietnamitas.
El bonzo Thich Thong Thuc, dignatario administrador del templo de la aldea de Na, en el distrito de Tien Du, provincia de Bac Ninh, comentó: “La pagoda no sólo es un lugar de actividades religiosas de los budistas, también es un sitio donde se pide paz para los seres queridos en el Año Nuevo Lunar”.
Los festivales tradicionales de cada villorrio son un encuentro con las deidades protectoras, lo que es un rasgo singular del budismo vietnamita y de la cultura de la nación, por lo que se debe reconocer su importante papel en las comunidades de las aldeas del país. Tanto en el pasado como en la actualidad, esas instituciones han contribuido a concienciar a las generaciones sobre la identidad cultural de Vietnam.