“Los médicos y enfermeras siempre me han acompañado en cada momento difícil y en todas las decisiones importantes de mi vida. He sentido un cariño inmenso por parte de todos en la Aldea. Estoy profundamente agradecida porque, sin ellos, no sería la persona que soy hoy”.
"Lo que más me alegra son las comidas en las que todos nos sentamos juntos como una gran familia. Consideramos a las tías y tíos que nos cuidan como nuestros padres. Ellos nos han criado con amor desde que éramos pequeños”.
Una enfermera atiende a un niño con discapacidad en la Aldea de Hoa Binh. (Foto: VNA) |
Durante los últimos 35 años, la Aldea de la Paz ha brindado atención médica, rehabilitación y refugio a más de 400 niños, la mayoría de ellos con malformaciones congénitas y discapacidades físicas derivadas de los efectos de la dioxina. En este hogar especial, día tras día, los pequeños reciben cuidados médicos, fisioterapia y apoyo integral por parte de un dedicado equipo de médicos, enfermeras y cuidadores, quienes también se encargan de sus comidas y de velar por su descanso.
Ngoc Bich, una enfermera que lleva casi 20 años dedicada al referido centro, compartió: “Cuido de los niños como si fueran mis propios hijos o hermanos. Además de brindarles atención médica, según su edad y tipo de discapacidad, debo pensar en la mejor manera de atender sus necesidades, para ofrecerles los cuidados más adecuados. Algunos no pueden moverse y requieren atención integral mientras otros necesitan ayuda para alimentarse, y ahí estamos para apoyarles y enseñarles a hacerlo por sí mismos”.
Cuidar y educar a un niño sano implica grandes desafíos. Hacerlo con menores que padecen parálisis cerebral u otras discapacidades severas provocadas por las secuelas del agente naranja es aún mucho más difícil. Sin embargo, a pesar del agotamiento físico y emocional que conlleva esta labor, el equipo médico y de enfermería de la Aldea de la Paz entiende profundamente que estos pequeños necesitan mucho más que tratamientos. Ellos necesitan manos que los cuidan con ternura y corazones que los abrazan con amor.
“Al cuidar de los niños, cuanto más tiempo paso con ellos, más comprendo lo vulnerables que son. Eso me hace sentir aún más comprometida con brindarles toda mi atención”.
“Muchos niños llegaron aquí con discapacidades graves, pero gracias al tratamiento y los cuidados de los médicos y enfermeros, algunos han logrado ponerse de pie por sí solos, aprender un oficio y prepararse para una vida autónoma en el futuro”.
Gracias al cuidado entusiasta y al amor incondicional del equipo médico de la Aldea de la Paz, numerosos pequeños han logrado sobreponerse a las adversidades y construir una vida digna y esperanzadora. Varios de ellos han terminado estudios técnicos o universitarios, consiguiendo empleos estables y una integración plena en la sociedad. Para estos jóvenes, la Aldea no es solo un lugar de acogida, sino su segundo hogar. Y el equipo médico, sus padres y madres espirituales, quienes les dieron la fuerza, la ternura y la motivación necesaria para seguir viviendo cada día.
Niños con discapacidad de la Aldea de Hoa Binh. (Foto: VNA) |
Con gratitud en el corazón, algunos de estos antiguos residentes han decidido volver, esta vez no como pacientes, sino como colaboradores, para acompañar a las nuevas generaciones que enfrentan desafíos similares.
“Me siento profundamente feliz. Tras graduarme, regresé para enseñar y apoyar a los niños, y también para colaborar con los cuidadores en su educación. Esto me llena de energía positiva, me da esperanza y una visión optimista de la vida. Siempre llevaré conmigo el agradecimiento y el cariño por todas las personas de este lugar”.
“He vivido en la Aldea de la Paz desde que se fundó. Recibí el amor y el cuidado de las madres, los doctores, y de su personal, en general. Ese es un lazo sagrado. Estoy agradecido porque, gracias a ellos, soy quien soy hoy. Por eso, decidí regresar como trabajador del Hospital Tu Du, en la misma Aldea donde crecí”.
La compasión y dedicación del equipo médico han ayudado a niños marcados por la vergüenza y el dolor a reencontrarse con la confianza y la alegría. A lo largo de sus 35 años de existencia, la Aldea de la Paz ha brindado a los niños afectados por el agente naranja/dioxina una verdadera oportunidad de crecer, integrarse y construir su propio camino con dignidad y esperanza.