Autor: Hugo Rius (corresponsal de Prensa Latina)
Los indicios del impetuoso desarrollo experimentado por Hanoi a lo largo de las últimas dos décadas resultan tan evidentes y palpables que sólo un ciego mental sería incapaz de verlos y sentirlos, apenas transitar por sus calles al ritmo de la intensa vida que palpita en la capital vietnamita.
Si el paisaje que se hizo emblemático en tiempos de mucha pobreza, resistencia y sanación de heridas dejadas, constituido por mareas de ciclistas, cedió el paso, virtualmente en un santiamén, a un vendaval de motociclistas, y estos sienten ya la veloz irrupción de automóviles, también las transformaciones se perciben en los edificios.
Si bastaba una simple mirada al horizonte próximo para percatarse de los cambios en dirección a la modernidad, ahora hay que torcer la cervical y virar los ojos hacia arriba para seguir la ruta vertical de imponentes moles arquitectónicamente atrevidas con las que la ciudad comienza a empinarse al cielo.
U
na vista de la capital Hanoi en pleno desarrollo de hoy
Con el auge de esas asombrosas construcciones, Hanoi ha sellado en nueva perspectiva su peculiar eclecticismo urbanístico, las búsquedas atemperadoras, en el devenir del tiempo, a la densidad poblacional, el clima y las influencias culturales y que no siempre consiguieron el equilibrio de todos esos intereses.
Es así que en los días que corren varios Hanoi conviven, se entremezclan y pujan entre sí para terminar probablemente forjando una enriquecedora fusión de estilos, desde el tradicionalismo estricto hasta la futuridad desenfadada.
Se ve como emergen los elevados edificios vanguardistas, entre viejas viviendas bajas techadas a dos aguas, o en vecindad con los llamados tubos, una invención muy vietnamita para suplir el escaso terreno disponible en sus antiguas barriadas superpobladas.
Consiste en una fórmula de alojamiento de estrecho frente, pero de hasta cinco pisos, con una sala de estar o negocio en la planta baja y hacia arriba las habitaciones, en las que conviven varias generaciones familiares, respetando la tradicional promiscuidad.
La arquitectura francesa, cuya huella perdura en el presente, se hizo sentir a partir de 1803, cuando el entonces rey Gia Long mandó construir la ciudadela de Hanoi al estilo de Vauban, bajo instrucciones de cuatro ingenieros franceses.
Pero no fue hasta 1875, al asentarse firmemente el poder colonial, que se desencadenó lo que se pudiera llamar el primer boom de grandes edificaciones que dejaron su marca, con la intención por entonces de convertir a la ciudad en la capital de la subyugada Indochina.
Aún quedan en pie como muestra de aquel período histórico el antiguo Palacio del Gobernador General, desde donde Ho Chi Minh proclamó la independencia en 1945, el Palacio del Intendente General y el Palacio de Corte, devenidos todos en sedes gubernamentales del definitivo poder nacional.
Conservados con todo el esplendor de la época, quedaron atrás en dimensiones, ante el emergente panorama que se vislumbra a sólo 20 minutos de viaje en coche desde las orillas del lago Hoang Kiem y el casco histórico de las calles de los oficios. Como si en máquina del tiempo se pasara de uno otro, se contempla entonces el surgimiento de una nueva urbe de osados diseños.
Keangnam, un conjunto de oficinas y viviendas de alto nivel en
Hanoi, es considerado el rascacielos más alto de Vietnam
El año 2010, justo cuando Hanoi celebraba su primer milenio, signó el visible auge de espectaculares hoteles cinco estrellas, que demandaba un creciente flujo de turistas y empresarios de todas partes, edificios para albergar instituciones, corporaciones y apartamentos residenciales de elevada estatura, en un momento en que el país registraba anualmente un crecimiento del Producto Interno Bruto del siete por ciento anual.
Lo domina el rascacielos Keangnam, oficialmente denominado Keangnam Hanoi Landmark Tower, con sus 336 metros y 70 pisos de altura, un coloso de acero y cristal, considerado el más alto de Vietnam, clasificado en el puesto 26 mundial, y el 17 de los destinados a oficinas en alquiler. En una superficie útil de más de 579 mil metros cuadrados, dispone de un helipuerto entre otras facilidades.
Pese a la perenne presión espacial en una ciudad de seis millones de habitantes, los ingeniosos diseñadores vietnamitas de todos estos complejos se han preocupado por la inclusión de plazas abiertas con vegetaciones pulmonares y centros comerciales de envergadura, que los hacen vistosos y originales.
Sin embargo, lo que consistió sin duda alguna en una sabia previsión ambiental se ha convertido en cierta medida en su contrario, en una coyuntura actual de recesión económica y contracción inmobiliaria, ante la que el gobierno ha considerado readaptar instalaciones concebidas para oficinas, que permanecen sin uso por miles, en viviendas sociales, que satisfagan sentidas necesidades entre los de bajos ingresos y a la vez reanimen el sector.
Tal alternativa entraña qué hacer con la falta de servicios sociales diversos imprevistos para el eventual arribo de vastos núcleos poblacionales hacia espacios proyectados para otros fines.
De hecho muchas construcciones en esas áreas de moderno desarrollo se encuentran detenidas, mientras las autoridades se enfrascan en reordenar la industria inmobiliaria, incentivarla, rescatar proyectos y adecuarse a las circunstancias para seguir adelante en línea de progresos.
Pero lo que parece claro es que por encima de las dificultades temporales, que los vietnamitas desafían en un ejercicio en el que son consumados maestros de la perseverancia, se mantendrá la irreductible tendencia en Hanoi a crecer hacia arriba, a empinarse al cielo.