El lento desangrar del elefante caído

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En precisa metáfora el legendario general vietnamita Vo Nguyen Giap describió el transcurso de la célebre batalla de Dien Bien Phu, del 13 de marzo al 7 de mayo de 1954, cuyo aniversario 60 se celebra con el merecimiento de inscribirse en los anales de las guerras de liberación del siglo XX.

Por Hugo Rius, corresponsal de Prensa Latina en Vietnam


En precisa metáfora el legendario general vietnamita Vo Nguyen Giap describió el transcurso de la célebre batalla de Dien Bien Phu, del 13 de marzo al 7 de mayo de 1954, cuyo aniversario 60 se celebra con el merecimiento de inscribirse en los anales de las guerras de liberación del siglo XX.

Al proferir este juicio, el brillante estratega se refería a que las fuerzas patrióticas bajo su mando se habían anotado a favor el decisivo factor sorpresa contra todo pronóstico del ejército colonial francés de ocupación al cual enfrentaban.

El desconcierto fue tan mayúsculo que su jefe de artillería al ver a este cuerpo sometido, en el primer día de combate a un inesperado fuego enemigo, decidió suicidarse.

Más aún si se podía percibir como un mal augurio para una operación militar preparada meticulosamente desde 1953 con vistas a aniquilar y rendir al ejército de Vietnam, que controlaba zonas del norte del país y ofrecía una molesta resistencia.

El lento desangrar del elefante caído - ảnh 1


Durante la Segunda Guerra Mundial, Francia, metrópoli colonial, cedió ante Japón, y tras la derrota del eje del que formaba parte, el ejército vietnamita de liberación que lo combatía bajo la guía de Ho Chi Minh entró en Hanoi y proclamó en 1945 la República Democrática de Vietnam (RDV).

Sin embargo la desplazada potencia europea nunca se resignó a perder el territorio y al año siguiente reocupó por la fuerza la capital y otras áreas del país, obligando al joven gobierno nacional a replegarse y conducir otra resistencia.

Hacia 1953 se preparaba la realización en Ginebra de una conferencia internacional para negociar la paz y Francia deseaba a toda costa asestar un golpe demoledor en el campo de batalla que le permitiera imponer a Vietnam opresivas condiciones.

Así concibió la denominada operación Castor, como parte de un plan de fortalecer las defensas alrededor del delta del río Rojo, cuyo centro era Hanoi y disponer de fortificaciones en Lai-Chau, junto a la frontera con China, Na San al oeste de la capital y Luang Prabang y la meseta de los Jarros en Laos.

En la primavera de la citada fecha, Giap lanzó una ofensiva contra Na San, y después de duros enfrentamientos terminó en derrota y con miles de bajas.

A partir de estas acciones, el mando militar colonialista optó por desencadenar una campaña basada en batallas a campo abierto donde la superioridad material francesa se impondría a las guerrillas vietnamitas, que a su vez siempre lo evitaban.

Para ello se eligió a Dien Bien Phu, situada en el fondo de un valle e ideal para la construcción de dos aeropuertos logísticos y cerca de numerosas carreteras bajo control que al tiempo que aseguraba comunicaciones, impedía al Vietminh trasladar equipos bélicos.

El principal y costoso error de la estrategia conducida por el general Henri Navarre consistió precisamente en calcular que los vietnamitas serían incapaces de vencer abruptas e intrincadas montañas ni hacer carreteras para trasladar equipos pesados.

Inclusive dejaron fuera del alcance defensivo las colinas que rodeaban la localidad, lo que a la postre se convirtieron en una suerte de caballo de Troya.

Pese a tanto tiempo de presencia en Vietnam, se hizo evidente que nunca llegaron a conocer ni reconocer el temple de su pueblo, forjado a lo largo de siglos de enfrentamientos a invasiones extranjeras, y mucho menos la disposición al sacrificio y la ingeniosa creatividad con que descarta lo imposible.

Combatientes y población civil, volcada masivamente en apoyo, protagonizaron la hazaña de desplazar pieza a pieza la artillería necesaria hacia las empinadas colinas, la mayor de las veces por tracción humana, en cuyo empeño muchos murieron por agotamiento o precipitados en quebradas.

Bajo la oscuridad de la noche, guiados por telas blancas, trasladaron los medios de lucha requeridos e improvisaron senderos para mover equipos pesados de los que disponía el ejército, que ya contaba con varias divisiones.

También fue titánico el abastecimiento alimentario aportado por las familias de los contornos, ya de por sí con escasez principalmente de arroz, que se ingería tostado para evitar el humo delator de la cocción y que en ocasiones se perdía en el trayecto, cuando el enemigo disparaba.

Giap había decidido aceptar el reto de una batalla definitiva con métodos regulares, y el 13 de marzo sorprendió con un ataque masivo en el que al terminar esa primera noche habían caído nueve mil proyectiles, sobre dos posiciones asaltadas por una oleada de combatientes.

Los franceses respondieron con el envío de más paracaidistas, pero fueron atacados por fuego antiaéreo y a continuación el general vietnamita se concentró en la captura de los dos aeropuertos al estilo tradicional de bombardeos y trinchera, uno de los cuales consiguió en cinco días de lucha.

Sin disponer de pistas de aterrizaje, recurrieron entonces a lanzar abastecimientos para sus tropas directamente en paracaídas, los que en buena parte descendían en la zona controlada por el Vietminh.

Llegado a este punto, ya Giap había ganado la batalla y lo que quedaba en los combates posteriores sería "el lento desangrar del elefante herido".

Para colmo de males de las fuerzas coloniales, en la última semana de abril llegó un monzón que convirtió las trincheras en barrizales y los búnkers se inundaron.

Los mandos franceses sabían que la derrota era inminente pero necesitaban conservar Dien Bien Phu hasta el inicio de la Conferencia de Ginebra que comenzaría el 26 de abril e intentaron una última ofensiva el 4 de mayo que resultó ineficaz, sin que una expedición de refuerzo lograra llegar a la posición.

El ejército de Vietnam lanzó un asalto frontal definitivo entre el 6 y 7 de mayo que selló el desenlace de la contienda.

Al final los franceses tuvieron dos mil 293 muertos de los 20 mil soldados que componían la guarnición, la cual incluía a integrantes de la Legión Extranjera y 11 mil 721 fueron hechos prisioneros.

Los vietnamitas registraron siete mil 900 bajas fatales y 15 mil heridos, la mitad de sus efectivos movilizados en la batalla.

En un mensaje de felicitación enviado por el presidente Ho Chi Minh al general Giap expresaba que "es en verdad una gran victoria, pero no es más que el comienzo" de una avizorada larga lucha por delante por la reunificación del país, la cual no alcanzó a ver con la caída de Saigón el 30 de abril de 1975.

Con los acuerdos de paz de la Conferencia de Ginebra, celebrada finalmente en 1954, se debía dar paso a un proceso pacífico de reunificación de Vietnam, dividido por el paralelo 17, pero ya para entonces Estados Unido se propuso impedirlo.

Primero valiéndose de un régimen títere en el sur y después sometiendo al pueblo vietnamita a una de las guerras más despiadadas y devastadoras, a la cual destinó un cuerpo expedicionario que llegó a sumar hasta 550 mil hombres y todos los medios bélicos disponibles.

Su desarrollo, desenlace y consecuencias constituyen por razón de los tiempos y las generaciones una historia acaso mucho más conocida que la batalla de Dien Bien Phu, sin cuya referencia, sin embargo, se pierde un eslabón trascendental en el heroico trayecto de Vietnam.

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J. DÍEZ

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