(VOV) - Cuarenta años han transcurrido, pero las experiencias vividas en la noche del 18 de diciembre de 1972, uno de los momentos más sombríos en la historia de las Fuerzas Aéreas de EEUU, aun obsesiona al cura Robert Certain. Cada imagen, cada palabra y cada gesto…, queda aun fresco en su memoria, como si fuera de ayer. Esa noche cambió completamente el destino de Rober Certain, entonces piloto en el primer avión estratégico B52 abatido en el cielo de Hanoi, durante la Operación Dien Bien Phu aéreo. A continuación, indagaremos un poco de esta historia a través de un artículo de Nhat Quynh, corresponsal permanente de la Voz de Vietnam en EEUU, presentado por …
El joven piloto Robert Certain, en un refugio en Hanoi
Robert Certain nació en 1947 en Georgia, un Estado en el Sur de EEUU. Después de recibir su diploma de la Escuela superior, el joven Robert Certain fue reclutado por las Fuerzas aéreas y formado como aviador de bombarderos B52, calificados de invencibles. Robert fue enviado a Vietnam y se encuentra a bordo de un B52 que participó en el primer día de la vergonzosa Operación de bombardeos en tapiz Linebacker II. Aunque confiaba en la capacidad de los aparatos más modernos de la Aviación norteamericana en esa época, el joven piloto de 25 años de edad disimulaba un pánico confuso, durante 8 horas de su viaje desde Guam, una isla situada en el Pacífico, hasta Hanoi. En la tierra: una densa red de misiles tierra-aire SAM2 le esperaba y las cazas MIG del Ejército Popular de Vietnam estaban dispuestos a librar su partida. Pero ante todo, Robert Certain debería enfrentarse a un pueblo indomable, que ninguna fuerza invasora podía doblegar. Y el miedo de Robert Certain tenía fundamento. Recordó ese momento tragédico: “Después de acercarme al objetivo, unos 15 segundos antes de lanzar fuego, comenzamos a abrir el compartimiento de bombas. Pero en 5 segundos después, fuimos atacados por dos cohetes SAM2. Estos proyectiles estallaron muy cerca del avión que mientras seguía su trayectoria, recibió todos los fragmentos explosivos. Algunos motores se rompieron, quizá los cuatro en la izquierda. Dos miembros de la tripulación resultaron gravemente heridos y el aparato comenzó a incendiarse. Corría alto riesgo de explotar. La situación nos obligó a saltar en paracaída para tratar de salvarnos.”
Luego de salir del B52, Robert Certain dirigió su paracaídas hacia un campo de arroz recién cultivado, cerca de un canal seco. Poco tiempo después de llegar a ese punto fue descubierto por una mujer. En un instante, los aldeanos se movilizaron hacia el arrozal, rodeándolo enfurecidos. En ese momento, el joven piloto pensó en el final más desgraciado de su vida. Pero no ocurrió lo que temía. Nunca pudo imaginar que sus adversarios pudieran ser tan humanistas para un enemigo que venía desde lejos para bombardear su país y matar a sus compatriotas. “Los aldeanos estaban enfadados, pero los milicianos me protegieron. Me condujeron a una casa, donde un funcionario registró la información de mi carné de identidad y mi plaqueta de identificación militar. Los habitantes ya no mostraban su hostilidad hacia mí. La milicia tomó algunas mesas para tapar las ventanas, previniendo que me lanzaran piedras. Luego, me transportaron a la prisión de Hoa Lo en una ferry sobre el río Rojo. Qué pánico tenía y estaba listo para la peor circunstancia. Creía que me torturarían para sacar información, pero eso nunca sucedió .”
Robert Certain fotografiado con Nhat Quynh, corresponsal permanente
de la Voz de Vietnam en EEUU
Robert guardó prisión durante 100 días en Hanoi, antes de ser liberado según lo establecido en el Acuerdo de París en 1973 sobre el canje de prisioneros. Regresó a su país, con traumas psicológicas, como casi todos los soldados estadounidenses que participaron directamente en la guerra en Vietnam. “Llamo esos traumas fantasma de la Navidad del pasado. De regreso a EEUU, todo cambió para nosotros, los antiguos combatientes. Fuimos testigos de lo que los civiles nunca vieron: nuestro amigos murieron en los campos de batalla, presenciamos a otros muertos o asesinados por muchos entre nosotros mismos. Cuando éramos pequeños, nuestros padres nos enseñaron que no se debía hacer daño a los demás, los parientes, vecinos, ni destruir juguetes o bienes de los otros. Pero participando en la guerra, cometimos esos actos. Destruimos propiedades, y matamos personas, por los objetivos políticos de nuestro Gobierno. Entendí que mis actos causaron la muerte de cientos de soldados del Norte de Vietnam, y numerosos civiles inocentes. Por eso, al regresar a casa, convivimos con el llamado conflicto moral”.
Ya en casa, Robert Certain dedicó 3 años a los estudios en un seminario y se convirtió en sacerdote. Para él, la guerra de Vietnam le permitió experimentar la vida de otra forma aprendiendo de las experiencias del pasado y conocer más de las relaciones humanas y la clemencia del hombre. Abriga la idea de retornar a Vietnam para comprender mejor el proceso de restablecimiento de la paz y reconstrucción nacional de los vietnamitas.