La presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, y los líderes de los Estados miembros del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) firmaron el Tratado de Libre Comercio UE-Mercosur en una reunión efectuada en Montevideo, capital de Uruguay, cumpliendo un difícil proceso de negociación que duró más de dos décadas.
Grandes beneficios económicos
Ambas partes comenzaron negociaciones al respecto en 1999, pero tuvieron que pasar 20 años hasta 2019 para llegar a un acuerdo preliminar. En ese momento se previó que el tratado se completaba dentro de uno o dos años, después de pasar por el proceso de ratificación en los Parlamentos de los países miembros de la UE. Sin embargo, la pandemia de covid-19 y el creciente movimiento de protesta de los agricultores europeos, especialmente en Francia, Bélgica y España provocaron que el acuerdo estuviera congelado durante los últimos 5 años.
Los esfuerzos para solventar este problema se han acelerado desde que se produjeron cambios importantes en el liderazgo del Mercosur, especialmente desde que Luiz Inácio Lula da Silva regresó al cargo de Presidente de Brasil a principios de 2023.
Como presidente del grupo de economías emergentes y líderes del mundo (G20), este año, Lula da Silva ha utilizado su influencia para convencer a numerosos dirigentes europeos de que cambien su postura y apoyen con más fuerza el TLC entre la UE y el Mercosur.
Según los observadores, aunque todavía hay muchas controversias, especialmente en Europa, dicho documento abre grandes oportunidades para las dos partes. De aprobarse, este acuerdo creará una de las áreas de libre comercio más grandes del mundo, con más de 720 millones de personas, lo que representa un 25 % del Producto Interno Bruto mundial.
En virtud del pacto se eliminarán más del 90 % de las barreras arancelarias actuales entre ambas partes, lo que permitirá que los productos fuertes de Europa, como automóviles, maquinaria, productos químicos, equipos de telecomunicaciones y productos farmacéuticos ingresen al mercado de 273 millones de personas del Mercosur, con más incentivos que las mercancías competidoras de Estados Unidos o Japón.
En la dirección opuesta, los productos agrícolas y minerales que tienen ventajas competitivas de los países del Mercosur tendrán acceso al mercado de la UE de más de 450 millones de personas y con el mayor poder adquisitivo del mundo. Para el bloque europeo, aunque el Mercosur es actualmente sólo el décimo socio comercial (el comercio bidireccional alcanzó alrededor de 110 mil millones de dólares el año pasado), posee muchos materiales esenciales para el proceso de transición energética como litio y níquel que Europa necesita con urgencia, en un contexto en el que este continente busca formas de diversificar su cadena de suministro.
Entretanto, el nuevo TLC también abre el camino para que Europa participe en el mercado de licitación de proyectos de inversión pública en el Mercosur, que se consideran de gran potencial.
De esta manera, la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, comentó: “Este acuerdo simplificará las inversiones europeas en industrias estratégicas en los países del Mercosur, como la minería sostenible, las energías renovables y la producción forestal sostenible. También facilita la inversión en áreas que tienen un impacto directo en la vida diaria de las personas, por ejemplo, ampliar la red eléctrica a zonas rurales y remotas o promover la digitalización en toda la región”.
Necesidad política
Hasta antes de que Ursula von der Leyen volara a Uruguay el 5 de diciembre para asistir a la Cumbre con los líderes del Mercosur y firmar el Acuerdo, la oposición dentro de la UE todavía era relativamente grande, cuando Francia fue persuadida de que Polonia, Austria y, hasta cierto punto Italia, se oponían a las disposiciones vigentes del documento.
Por ello, la decisión de la jefa de la CE de dejar de lado la oposición interna para firmar el TLC con el Mercosur se considera una acción inesperada. Al explicar esta decisión, von der Leyen dijo que además de los beneficios económicos, el tratado tiene una gran importancia política, lo que ilustra la vitalidad del multilateralismo y el libre comercio global.
“Este acuerdo no es sólo una oportunidad económica, sino también una necesidad política. Somos socios con ideas afines que creemos que la apertura y la cooperación son los verdaderos motores del progreso y la prosperidad. Sé que actualmente hay vientos en contra que conducen al aislamiento y la fragmentación, pero este Acuerdo es nuestra respuesta clara”, afirmó von der Leyen.
A su vez, Pedro Brites, experto de la Fundación de Investigación Getulio Vargas (Brasil), afirmó que Donald Trump, que tiende a perseguir el proteccionismo, amenaza continuamente con aplicar impuestos a los socios comerciales de Estados Unidos y ha presionado tanto a la UE como a los países del Mercosur para que completen rápidamente dicho acuerdo, lo que contribuye a ampliar el mercado, diversificar los socios comerciales y responder al enorme riesgo de un conflicto comercial con Washington en un futuro próximo.
“Ahora es predecible que con la victoria de Donald Trump, Estados Unidos implementará una política más egoísta y estará más cerrado al mercado internacional. Creo que esto ha obligado tanto a los países europeos como al Mercosur a acelerar la eliminación de algunos obstáculos y completar el TLC”, dijo Brites.
Según las regulaciones de la UE, el documento sólo entrará en vigor si es ratificado por 15 de los 27 países miembros, que representan el 65 % de la población de esa agrupación regional y recibe un apoyo abrumador en el Parlamento Europeo. Francia, Polonia y Austria siguen declarando su oposición al Acuerdo con los términos actuales, alegando que causará un gran daño a la industria agrícola europea.
Por lo tanto, los observadores creen que la CE podría emitir muchas nuevas políticas preferenciales en agricultura para apaciguar a las asociaciones de agricultores de los países miembros, obteniendo así apoyo necesario para ratificar el TLC UE-Mercosur.