El tema de mayor estancamiento en la negociación sobre el Brexit entre el Reino Unido y la Unión Europea (UE) es el de la “frontera dura” entre Irlanda del Norte e Irlanda. Sin embargo, esta diferencia ha sido resuelta después de los diálogos entre las partes involucradas.
Acuerdo preliminar y sorprendente
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Ante la creciente presión para poder convocar a una cumbre europea a finales de mes, la primera ministra británica, Theresa May, citó con urgencia a todos los jefes de carteras para el 14 de noviembre a fin de analizar los siguientes pasos del proceso. Sin embargo, la Oficina del Gabinete de Londres reveló que su país y la UE alcanzaron un principio de acuerdo técnico para el “Brexit”, incluida la cuestión crítica relativa a la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, la cual se traduciría en la permanencia temporal de Reino Unido en la unión aduanera.
La declaración de la Oficina del Gabinete británico sobre el consenso logrado es calificada de “repentina” porque la última cita con la UE para deliberar sobre el Brexit terminó en estancamiento. Apenas un día antes de la aprobación del acuerdo, ninguna de las partes aseguró tener capacidad para conseguirlo. Incluso en la fecha en que Londres informó sobre dicho éxito, la Comisión Europea emitió las informaciones específicas acerca de los preparativos en caso de que no pudieran alcanzar el resultado final. Ese plan concretó algunas acciones de emergencia, la modificación judicial de la Unión Europea en materia de visado para el Brexit y la publicación de las informaciones sobre los posibles ajustes en el control de la frontera, la aduana y la licencia de conducir.
Hasta en el momento de la declaración de la Oficina del Gabinete del Reino Unido acerca del principio del acuerdo técnico, el bloque continental no se había pronunciado sobre el tema.
Futuras presiones
No es fácil lograr dicho documento después de más de 2 años de negociaciones plagadas de dificultades que centraron la atención de los medios de comunicación y la opinión pública británica e internacional. Sin embargo, más allá de las objeciones que encontrará la primera ministra Theresa May entre sus ministros más euroescépticos, cabe recordar que cualquier acuerdo final deberá ser aprobado por los parlamentos británico y europeo.
El reto es obvio, pues el Brexit provocó una profunda división social en el Reino Unido. Un día antes del consenso entre Londres y Bruselas, May canceló una reunión importante de su gabinete para aprobar el contenido del acuerdo con la agrupación regional en torno al Brexit. Con anterioridad, el viceministro de Transporte británico, Jo Johnson se pronunció contra el plan de la jefa del Gobierno, considerándolo un “error grave”. Era el décimo cuarto miembro del Gabinete que dimitía desde noviembre del año pasado.
Tras el anuncio sobre el acuerdo preliminar con la UE, el líder del Partido Laborista Jeremy Corbyn afirmó que analizaría cuidadosamente el tema del Brexit para proteger los intereses nacionales. Mientras, el exministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Boris Johnson consideró que el documento se desvía del curso, aunque reconoció no haberlo leído detenidamente.
Estos acontecimientos se produjeron pese a la repetida afirmación de Theresa May de que no buscaba firmar un acuerdo del Brexit a cualquier precio.
Quedan 5 meses para que este documento surta efecto. El Reino Unido saldrá de la UE el 29 de marzo de 2019. En este sentido, la aprobación del principio del acuerdo sobre el tema constituye un paso trascendental en el proceso del “divorcio” y el establecimiento de las relaciones comerciales después del Brexit. Sin embargo, el éxito del plan depende no solo del Gabinete y el Parlamento británico, sino también de los líderes de la Unión Europea.