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Las tensiones comerciales Japón-Corea del Sur comenzaron a principios de julio cuando Tokio anunció restringir las exportaciones de alta tecnología a Corea del Sur. Cabe mencionar que esta decisión se tomó en un contexto en que los dos países discutían sobre las compensaciones a quienes fueron sometidos a trabajos forzosos durante la ocupación japonesa de la península de Corea en la primera mitad del siglo XX, en medio de la Segunda Guerra Mundial. El Tribunal Supremo de Seúl dictaminó en 2019 que las empresas japonesas Nippon Steel & Sumitomo Metal (NSSM) y Mitsubishi debían ofrecer reparaciones a las víctimas, pero el veredicto fue rechazado por Tokio.
Sin señales de concesiones
Las negociaciones entre las partes en los últimos días no condujeron a resultados concretos, sino que por el contrario aumentaron las acusaciones mutuas. Seúl dijo que lamentaba las medidas de Tokio y pidió que este eliminara de inmediato las restricciones a sus exportaciones de alta tecnología. También negó que Japón le haya explicado o avisado antes de tomar esta decisión. Entretanto, Tokio insistió en que no había recibido ninguna propuesta por parte de Corea del Sur en cuanto al retiro de las referidas restricciones.
Anteriormente, el 4 de julio, Japón anunció restringir las exportaciones a Corea del Sur de tres materiales de alta tecnología utilizados en la fabricación de semiconductores y pantallas de dispositivos electrónicos, incluida la poliimida fluorada, resistencias y cloruro de hidrógeno de alta pureza. Cabe destacar que Corea del Sur importa el 94% de estos materiales desde Japón, con lo que las limitaciones a comprarlas son un rudo golpe a gigantescas corporaciones tecnológicas surcoreanas como Samsung Electronics, SK Hynix y LG Electronics. El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, dijo que la decisión de Japón tiene “fines políticos” y pretende dañar la economía de su país. También afirmó que respondería. De hecho, Seúl ha dado su primera respuesta cuando una ola de boicot a los productos japoneses inunda las redes sociales surcoreanas, mientras los supermercados han decidido no comprar ni vender mercancías japonesas.
Según Seúl, las restricciones de Japón persiguen dificultar a los gigantes de la tecnología surcoreana y es una manera de tomar represalias por el caso de las víctimas de trabajo forzado durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras, Tokio insiste en que los problemas relativos con la compensación de la guerra fueron resueltos en el Acuerdo de Normalización de las Relaciones Bilaterales firmado en 1965. En este documento, mediado por Estados Unidos, se estipula que Japón pagaría a Corea del Sur unos 300 millones de dólares, una cifra que por diversas razones ahora equivale a dos mil 400 millones de dólares. Sin embargo, el mandatario surcoreano, Moon Jae-in, dijo que el tratado no impide a sus ciudadanos demandar a compañías niponas y que la decisión del Tribunal Supremo de Corea del Sur debe ser respetada.
Amenaza a las ofertas de materiales de alta tecnológica mundiales
Las actuales tensiones entre los dos países, según los observadores, podrían resultar en pérdidas económicas, además de causar impactos negativos a las economías regional y mundial, especialmente al sector de alta tecnología, desacelerado desde hace más de un año. Las restricciones japonesas podrían amenazar el suministro de teléfonos móviles y tarjetas de memoria inteligentes en todo el planeta debido a que entre 70-90% de los materiales permitidos son producidos por la nación del sol naciente. Por esta razón a los fabricantes de chips surcoreanos les será muy difícil encontrar suministradores alternativos.
Ante semejante situación, el pasado lunes la Federación Coreana de Industrias pidió a Tokio retirar su decisión de restringir las exportaciones de alta tecnología a fin de evitar posibles riesgos a la cadena de suministro global.
Por su parte, la Organización Mundial del Comercio convocó para el 23 y 24 próximos una reunión sobre el tema, en medio de rumores según los cuales Japón está considerando ampliar la lista de restricciones a las exportaciones fuera del sector de alta tecnología, un acto que podría agravar aún más los conflictos entre los dos países.