Crisis política en Egipto frente a un grave dilema

Anh Huyen
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(VOVworld) – La crisis política en Egipto alcanzó su clímax este 14 de agosto con los violentos enfrentamientos entre los agentes de seguridad y manifestantes, que dejaron un saldo de más de 500 muertos y miles de heridos. Tras malogrados esfuerzos de mediación de la comunidad internacional, las amenazas del gobierno provisional dirigidas a los seguidores del presidente depuesto Mohamed Mursi se convirtieron en triste realidad. 
(VOVworld) – La crisis política en Egipto alcanzó su clímax este 14 de agosto con los violentos enfrentamientos entre los agentes de seguridad y manifestantes, que dejaron un saldo de más de 500 muertos y miles de heridos. Tras malogrados esfuerzos de mediación de la comunidad internacional, las amenazas del gobierno provisional dirigidas a los seguidores del presidente depuesto Mohamed Mursi se convirtieron en triste realidad. El actual escenario calificado por expertos de catastrófico hace que se reduzca sustancialmente en la opinión pública cualquier optimismo respecto del futuro de este país norafricano.

En un hecho más reciente, el gobierno egipcio decretó este mismo día el estado de emergencia durante un mes, ante la nueva ola de violencia desatada en todo el territorio nacional, luego de que el ejército dispersara por la fuerza a los islamistas. Un comunicado de la Oficina de la Presidencia señaló que se adoptó esta medida urgente debido a que “la seguridad y el orden del país enfrentan peligro por las calculadas actividades subversivas de los grupos extremistas.” El presidente Adly Mansour declaró que “encargó a las fuerzas armadas coordinar con la policía la aplicación de todas las medidas necesarias para mantener el orden, defender los bienes públicos y privados, así como la vida de la población.” Sin embargo, el saldo de víctimas mortales en la jornada de ayer superó las 500, y miles de personas resultaron heridas en las represiones desatadas por las fuerzas de seguridad. El vicepresidente egipcio, Mohamed El Baradei, anunció su dimisión confesando su incapacidad y mortificación cuando cayeron demasiadas personas, pérdidas que según él podían evitarse.

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La policía reprime a manifestantes en el Cairo

La comunidad internacional manifestó casi inmediatamente categóricas reacciones ante el uso de la fuerza por los agentes de orden de Egipto contra los manifestantes. La Unión Europea estimó que la situación es sumamente preocupante y llamó a las autoridades egipcias a la calma. Alemania, Francia, Reino Unido y Turquía exhortaron a los seguidores y detractores del presidente depuesto Mohamed Mursi, a abstenerse de la violencia y pidieron a la Organización de las Naciones Unidas y la Liga Árabe adoptar medidas oportunas para poner fin a la “matanza”. Estimaron que el silencio de la comunidad internacional estimula la represión de los que protestan en Egipto. Irán también catalogó los últimos sucesos en el país norafricano como una masacre. Mientras tanto, decenas de miles de jordanos llevaron a cabo una sentada ante la Embajada de Egipto en Amman, en repudio a los actos violentos en Egipto. Qatar criticó las represiones y manifestó al mismo tiempo su fuerte apoyo al movimiento Hermanos Musulmanes de Mursi.

Egipto se encuentra en una gran encrucijada. Sus habitantes seguramente han recibido la lección más costosa que haya sufrido cualquier país en la región con las revueltas llamadas por Occidente “Primera Árabe”. Es que resulta mucho más fácil derrocar un régimen al que se acusa de dictatorial que sustituirlo por otro sistema de gobernación. Tras dos años de derrocada la arbitraria administración del presidente Hosni Mubarak, Egipto no ha podido todavía dar paso a un sistema político verdaderamente democrático debido a la polarización y la carencia de voluntad reconciliadora en bien de los intereses comunes. Así discurre el malogrado proceso reformista en ese país. Desde el derrocamiento de Hosni Mubarak en 2011, aumenta cada día más la división en la sociedad egipcia. Aunque los Hermanos Musulmanes ganaron en las elecciones y llegaron al poder, no fueron capaces de convencer a millones de egipcios de creer que sus políticas fueran integrales mientras que se incrementan el paro y la pobreza. El ejército, que antes de la destitución de Mohamed Mursi, era el único árbitro político en Egipto, ahora toma una senda altamente peligrosa al reprimir a los islamistas. Lo peor de todo es que las facciones mantienen su dura posición, lo cual se traducirá en una contradicción cada vez más grave y una situación más caótica en el futuro, según estimaron analistas. El ejército se resiste a ceder y declaró que arreciará la presión sobre las demostraciones. Por su parte, el movimiento islamista afirmó que las manifestaciones se extenderán hasta que el gobierno respaldado por los militares renuncie y el presidente elegido democráticamente, Mursi, vuelva a tomar la rienda del gobierno. En medio de las confrontaciones y la división, es difícil potenciar el papel reconciliador del bloque árabe y de la comunidad internacional.

En este contexto, no se vislumbra ninguna esperanza de probable salida de la crisis política en Egipto. Se prevé más oleadas de protestas y más derramamientos de sangre en las próximas jornadas. Es casi imposible encontrar una salida temporal a los actuales conflictos en el país árabe más poblado. Los diferendos entre las facciones y la violencia siguen empujando el país de las pirámides al abismo, y descarrilan su proceso de reforma y democracia.

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