Siguiendo la tradición, estos étnicos solo rinden homenaje póstumo a tres generaciones de antepasados. Así, cuando fallece un miembro de la familia perteneciente a su cuarta progenie, se efectúa una ceremonia para despedirse de los espíritus de sus tatarabuelos en el bosque.
Todos los hijos pueden ejercer la veneración, pero el mayor siempre tiene el privilegio de levantar el altar, invocar a los espíritus de sus ancestros a su casa y establecer “bai vi”, o sea las tablillas de adoración en forma de figuras humanas donde se inscriben los nombres de los fallecidos, para colocarlas en el sagrario del hogar.
Sacrifican gallos para ofrendar a los antepasados (Foto: langvietonline)
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Este último suele encontrarse cerca de la pared contigua a la habitación central y frente a la puerta principal. Se hacen efigies de madera o dibujan imágenes con carbón sobre papeles como símbolos de los espíritus y se cuelgan en un tejido de bambú situado cerca o por encima del altar.
La solemnidad más importante del año se lleva a cabo en la casa del jefe de cada linaje, y los preparativos son coordinados por toda la estirpe. Al hablar del ritual que realiza esta minoría étnica en memoria de sus antepasados en ocasión de la luna llena en el mes de julio lunar, el fotógrafo Phung Bao, un conocedor de este pueblo autóctono comentó: “A diferencia de otros grupos étnicos, los Lo Lo realizan la veneración a sus antepasados del 24 al 26 del mes en vez del 15. Según explican, en el pasado, debido a las condiciones de vida difíciles, cuando otros pueblos ya cumplían los deberes con sus antepasados, los Lo Lo aún trabajaban en las parcelas y solo después de recolectar frutos de sus cultivos lo podían hacer con los suyos”.
Antes de empezar esta ceremonia, se apresuran a recoger el maíz ya que durante los tres días de duración de esta creencia popular se suspenden todas las faenas en el campo, al igual que las actividades culturales y artísticas de la aldea.
El baile ceremonial es uno de los rasgos peculiares del ritual en homenaje a los ancestros de los Lo Lo (Foto: langvietonline)
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Entre las ofrendas, las cuales deben ser las mejores, hay un lechón, dos pollos, arroz glutinoso, licores, dinero y objetos votivos en papel, un quinqué y un par de tamboriles. Dos sacerdotes dirigen la celebración con la ayuda de otro de rango menor. El ritual comienza cuando el líder del linaje deposita en el altar familiar dos pollos, 12 vasijas llenas de aguardiente y 42 puñados de arroz cocido. En relación con estos últimos, Phung Bao amplió: “Según la filosofía ancestral de los Lo Lo, los dos puñados de arroz más grandes simbolizan la tierra y el cielo, mientras los 40 restantes representan las especies vegetales y animales que hay en el mundo. A su vez, las 12 vasijas de aguardiente significan los meses del año”.
Los celebrantes dan inicio invitando a los antepasados a asistir al ritual y disfrutar de los tributos, ante la presencia de todos los miembros de la familia. Después leen por turno las oraciones dirigidas a los genios y los ancestros.
El homenaje dura más de una hora. Antes de finalziar, el propietario de la familia cuelga un puñado de arroz cocinado en la puerta para que los espíritus vagados puedan alimentarse y no molesten su hogar. Ahora, también acuden al lugar los parientes y los vecinos. Todos comen y beben juntos hasta estar ebrios, ya que nadie debe trabajar el día siguiente.
Actualmente, este culto con características muy propias de la etnia Lo Lo se mantiene y practica regularmente tal como lo hacían sus ancestros desde hace siglos. A la vez que enseña la importancia de las raíces de cada uno y el agradecimiento a las generaciones precedentes, además de reforzar la unidad entre cada familia y en su estirpe, así como las relaciones comunitarias. Por sus valores educativos y culturales, y para preservar y promoverlos, en 2012 este ritual del grupo Lo Lo Chai en la comuna de Lung Cu, del distrito de Dong Van, en la provincia septentrional de Ha Giang fue declarado Patrimonio Cultural Intangible por el Ministerio de Cultura, Deporte y Turismo de Vietnam.