Previo a la conferencia, los días 6 y 7 de noviembre se celebrará en Belém una Cumbre sobre el Clima que reunirá a representantes de 143 países, entre ellos 57 jefes de Estado o de Gobierno, con el objetivo de generar un nuevo impulso político de cara a la COP30.
La selva amazónica y la ciudad de Belém al fondo, en vísperas de la Conferencia COP 30, en Ilha do Combu, Belém, estado de Pará, Brasil, el 10 de agosto de 2025. (Foto: REUTERS/Anderson Coelho) |
Principales desafíos
En su informe más reciente, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) alertó que la concentración de dióxido de carbono alcanzó en 2024 un nivel récord, con el mayor incremento anual desde que existen registros en 1957. Según el organismo, el dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero aceleran el calentamiento global y provocan fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes en todo el planeta.
Estos datos evidencian que la acción climática global sigue rezagada. A pesar de los compromisos asumidos, solo unos 50 países han presentado nuevas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), que establecen sus metas climáticas para los próximos cinco años, informó la ONU durante la reciente 80.ª Asamblea General en Nueva York (Estados Unidos).
El financiamiento climático constituye otro reto mayúsculo. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el aporte de los países desarrollados para el combate a la variación del clima disminuyó de 28.000 millones de dólares en 2022 a 26.000 millones en 2023, mientras que las naciones en desarrollo necesitan entre 310.000 y 365.000 millones de dólares anuales solo para medidas de adaptación. Si se incluyen las acciones de reducción de emisiones y transición energética, la cifra se multiplica.
En la COP 29 de Bakú (Azerbaiyán), los países ricos se comprometieron a aportar 300.000 millones de dólares anuales a partir de 2035, pero la ONU estima que los países en desarrollo requerirán al menos cuatro veces más.
El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió: “La ciencia es clara en que debemos ser mucho más ambiciosos. En Brasil, los líderes deben elaborar un plan creíble para movilizar 1,3 billones de dólares anuales hasta 2035 con el fin de financiar la acción climática”.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres. (Foto: REUTERS/Chalinee Thirasupa) |
Con este llamado, el jefe de la ONU subraya la urgencia de reforzar el financiamiento climático antes de la COP30. En esta línea, el 15 de octubre un grupo de 35 ministros de Finanzas, liderado por Brasil, propuso movilizar 1,3 billones de dólares anuales mediante reformas en las calificaciones crediticias, los seguros y los préstamos de bancos de desarrollo, con el fin de asegurar un flujo sostenible de recursos climáticos.
Preguntas sobre la política de Estados Unidos
Algunas decisiones políticas recientes están generando preocupación respecto a los esfuerzos globales contra el cambio climático, especialmente en el caso de Estados Unidos, segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo. A comienzos de este año, tras regresar al poder, el presidente Donald Trump anunció la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París de 2015 y ha criticado reiteradamente las iniciativas internacionales contra el cambio climático. En el ámbito interno, su Gobierno ha reducido el apoyo a las industrias verdes y limitado los incentivos para la transición energética.
Según analistas, este repliegue podría afectar negativamente los esfuerzos globales, ya que la primera economía mundial desempeña un papel clave en el impulso de las NDC y en la transición energética a gran escala. Sin embargo, el profesor David J. Hayes, de la Escuela de Sostenibilidad Doerr de la Universidad de Stanford, considera que el país enfrenta una escasez de energía para el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) y la construcción de grandes centros de datos. Ello obligará a las empresas estadounidenses a acelerar la producción de energía limpia, como solar y eólica, fuentes más baratas y confiables que los combustibles fósiles, lo que permitiría mantener el rumbo de la transición energética pese a las políticas de la administración Trump.
De esta manera, aunque estas decisiones supongan un retroceso temporal, difícilmente podrán revertir la tendencia global hacia una economía baja en carbono.
“Las políticas de Donald Trump podrían generar una reacción contraria, que impulse aún más el desarrollo de las energías limpias. Es una tendencia histórica que seguirá avanzando, incluso frente a los intentos del Presidente de frenar la inversión en energías limpias. Estoy convencido de que la inversión en este sector se duplicará cuando surja la oportunidad”, evaluó David J. Hayes.
Una señal alentadora es que las principales economías siguen comprometidas con la acción climática. A finales de octubre, la Unión Europea reafirmó el objetivo de reducir un 90% sus emisiones de carbono para 2040, adelantando su calendario anterior. Por su parte, China, el mayor emisor mundial y segunda economía del planeta, reafirmó su estrategia verde y de desarrollo sostenible en su nuevo plan quinquenal.
Aunque la eliminación gradual de los combustibles fósiles planteada en la COP 28 de Dubái (2023) aún no se ha concretado, las energías renovables continúan expandiéndose. Según la consultora Ember, en la primera mitad de este año las renovables superaron por primera vez al carbón como principal fuente de electricidad a nivel global.